Pol López: "Ser adulto no es pagar facturas y tener estatus. Vivir así te echa un manto de tristeza encima"

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Se acaba de meter en la piel de un hombre obligado a madurar en un mundo donde no puede crecer. Sin casa ni trabajo, Pol López (Barcelona, 1984) encarna en Os, el protagonista de La Furgo, la precariedad de un sistema que le ha expulsado antes de que pudiera encajar del todo. «Vivimos de una manera hiperfrágil». Eso dice.
- ¿Ser adulto es pagar facturas?
- Si hay algo interesante en este personaje es que, sin tener grandísimas ideas filosóficas ni políticas, intenta encontrar otra manera de vivir sin atender solo a eso, a cosas como pagar las facturas y el alquiler. Malvive, pero a la vez intenta hacerlo de otra manera.
- ¿Cuándo te diste cuenta tú de que habías entrado en eso que llaman madurez? ¿Cuando dices: 'Parece que ahora esto va en serio'?
- Yo lo que intento todo el rato es que no me caiga encima el manto de la tristeza, ese por el que hay que hablar muy serio todo el rato de la declaración de la renta, el Euríbor, la inflación...
- Tú, que fundaste tu propia compañía de teatro, has contado que llegaste a actuar en terrazas sin cobrar. ¿Has vivido la precariedad que representas en pantalla?
- Y tanto que sí. La viví cuando empezaba: sé lo que es tener que volver durante un año a casa de tus padres, o hacer trabajos que no quieres porque no te queda más remedio. Yo tuve suerte porque empecé a trabajar de lo mío muy pronto. Pero el teatro también es un mundo súper vulnerable y precario.
- Os es un tipo romántico. Un problema en una sociedad que tanto liga la identidad al logro material.
- Esa es la gracia, que no se rige por esos patrones, sino por otros más desinteresados y aparentemente naifs que no consisten en reducir tu vida a presumir de estatus y éxito personal. El vínculo con su hija es muy bonito, y lo vive desde el juego. Hay que intentar que el juego no se muera por el hecho de ser adulto. Además, ¿qué quiere decir esa palabra?
- Que hay que morir de seriedad.
- No me atrae esa idea.
- Cuando tu personaje trata de escaparse dibuja. ¿Cómo huyes tú de la sobredosis de realidad?
- Yo tengo la suerte de trabajar en algo que me gusta, que me permite generar sinergias y fantasear también.
- Hay otra forma de escapismo en la película. La de una vecina que huye de su frustración jodiéndole un poco la vida a los demás...
- Es otra forma de evacuar la tristeza. Pero eso de mirar a los demás lo hacemos todos. La cuestión es hasta qué punto. Todos somos voyeurs, pero hay que saber cuándo has cruzado la raya y estás juzgando demasiado. En ese caso hay que volver a estar pendiente de lo propio, y sobre todo no culpar a los demás de tus frustraciones o proyectar tus anhelos sobre ellos. A lo mejor el tema es no desear tanto.
- ¿Hay un exceso de expectativas?
- Yo creo que sí. Y no hace falta tener tantas.
- A Os le cuesta también entrar en el sistema y no sólo por cuestiones puramente materiales. Hay cierta extrañeza ante todo lo que hay que hacer cuando eres mayor. ¿Te has sentido así alguna vez?
- Sí, y da muchísimo palo. Toda esta burocracia, tantas obligaciones... Por eso una de las cosas que me interesaban de la película es la posibilidad de intentar ser libre a pesar de todo. Hasta cierto punto, claro, porque también hay que tomar las riendas de tu vida. Pero lo bonito es que en la película se intenta encontrar la manera de seguir siendo honesto.
- La Furgo es trágica y cómica. La vida también.
- Mucha gente me ha dicho que la había visto con el corazón encogido, porque hay cosas duras, pero también hay esperanza en la capacidad de reinvención, de buscar un camino propio.
- Parece que la salvación llega cuando uno se reconoce vulnerable. ¿Por qué es tan difícil?
- Desde hace unos años las cosas son distintas a como eran antes, sobre todo en los hombres. Este, por ejemplo, lucha contra su propio orgullo. En este sentido está bien que se empiecen a contar historias de hombres desde un punto de vista que no tenga que ver con la fortaleza, que hable de su vulnerabilidad, de cómo se pueden resquebrajar emocionalmente, de hasta qué punto les afectan las cosas.
- La película habla también de la soledad y de la civilización. De ahí la metáfora del oso.
- La civilización consiste en controlar las pulsiones de rabia o animalidad. La película habla de gente que intenta ser civilizada cuando en realidad ni la naturaleza lo es ni la ciudad tampoco. Y sí, la soledad va en aumento.
- Arreglarla tampoco es fácil. La pareja se complica en La Furgo y se le complicaba a su personaje de Suro después de comprobar que el campo es mucho menos paradisiaco de lo que parece. ¿El amor depende del contexto?
- Puedes tener una buena oportunidad con alguien y de repente por motivos económicos, o por un traslado... te das cuenta de que aquello no es lo que pensabas. También depende de los tiempos. Y a lo mejor en un momento vital dado no hay que poner ese amor, esas ganas de cuidar a otro, en una pareja, sino por ejemplo en un hijo en el que hay que enfocarse.
- Acabas de representar en teatro El Misántropo de Molière. Un personaje equivocado de tanto tener razón.
- Al contrario que él, a mí me gusta mucho la humanidad. El problema es ser demasiado cerrado. El hecho de tener ideas brillantes no implica que tengas que dejar de escuchar a los demás. Hay que abrirles espacio, dejar que te transformen.
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